No puedo entender la literatura sino como autobiografía. Especialmente en el relato. Algunos de los que aquí he reunido han sido ya publicados y, casi, no me pertenecen. El resto es inédito. No soporto el aburrimiento y el psicologismo barato de nuestra literatura: es una de las formas de reconocer la impotencia para la vida. Uno de los relatos. El cuaderno lírico de Egipto, el más largo, casi una novela, lo seguí muy de cerca. Cuando más tarde, en Madrid, abordé la reducción definitiva mi gran sorpresa fue comprobar que cada línea, que cada nota, que cada apunte, reflejaba fielmente mi fisonomía más que la del lugar evocado. Esa ironía o esa mezquindad, como ustedes prefieran, es sin duda el acierto más importante de este libro. Otro relato que me provoca cierta simpatía es el de Hans Pedrolini; es tal vez más entrañable.