A nadie podría yo orientar con estos poemas, cuando han nacido de unas mismas obsesiones: No encontrar el camino y disfrutar, a la deriva, de un espacio...

Además, por esta voluntad en "pervertir" experiencias ha surgido el caos como una postura que doblemente confusa e innovadora en mí, acepto como si se tratara de un juego manteniéndome entre lo real y lo irreal (un móvil de sombras), y las irracionalidades que el hombre se permite en todo su dominio. Por ello, coleccionandome en lo que escribo, raramente se me podrá conducir a otro desencanto. Y ya que en el desconocimiento de nuestros propios límites y en el riesgo de vivirnos, apenas si se aprecia la importancia que hubiéramos de concederle tanto a lo privado como a lo público no hay pretensiones sobre persona alguna en este juego, que es mi ARTE, en que, por inestable, se producen movimientos muy particulares en laberínticos itinerarios y en calles inconexas. Esa misma destrucción regeneradora de inconexiones (1979), Urgencias sin nombre (1981) y Condición de una música inestable (1984).