En uno de los suburbios madrileños, donde el urbanismo avanza insaciable, con ardor especulativo, destruyendo casuchas, chabolas, corralizas y poblados marginales, aparece un día el cadáver de una bella muchacha en el fondo cenagoso de un basurero. Se trata de Tina Torbado, una estudiante que lidera a los jóvenes radicales y progresistas de la barriada. El cadáver lo descubre un perro vagabundo, muy encariñado con la joven, y un viejo profesor jubilado del Instituto en el que ha estudiado Tina. El viejo profesor se pregunta: ¿Ha sido asesinada por sus ideas o avasallada por su belleza...? Las dos cosas son posibles, pues si como idealista de mundos nuevos se ha distinguido tomando partido por los más débiles y favoreciendo la integración de los gitanos en el Instituto, su belleza provoca rivalidades entre los jóvenes banderizos. En principio, el viejo profesor sospecha que los asesinos pertenecen a la camada ultra que se abandera con la cruz gamada y los símbolos más siniestros del fascismo. Pero los responsables del crimen no son los contendientes juveniles que se disputan a la bella muchacha, son otros... los padres que contemplan a Tina como objeto de deseo y la violentan como animales lujuriosos.