«Dos extremos como las puntas de un arco donde late un dardo envenenado, y frente a los cuadros no podemos estar impasibles porque ese dardo que nos apunta a nosotros. Y no podía ser de otro modo si esos polos son la vida y la muerte, el individuo y la sociedad, el deseo y la realidad.»
Estas son las tormentas y los tormentos que siempre han acompañado a Andrés García Madrid y que han conseguido hilar magistralmente este intenso poemario.