En El temblor de las espigas hombre y poeta son compañeros de camino, la conciencia de la sombra que rastrea la huella y la persigue hacia un viaje que busca su destino como un drama existencial de la experiencia; un paisaje interior que nos arrastra en la respiración de su escritura, para dejar al lector el último renglón, la respuesta final del pulso contenido.