En la fiesta del lenguaje hay palabras espejo
como picaflorear y colibrear.
Ambas viven su gemelo silencio en la garganta
y cuando una flor las llama liberan sinonimia.
Una dirige hacia el polen aguja.
Otra sobrevuela los pétalos y espera.
Un picaflor es asesino a cara descubierta.
Un colibrí el eufemismo en cómplice saqueo.
Esto es lo que hacen las palabras
con sus pájaros de azogue en la garganta.
Y tal vez es así
como funciona el aparato locutor de la belleza.
Esteban Peicovich