“Por la calle del medio”, Él repetía, “por la calle del medio”, cuando ya cansado de dar vueltas en el vientre de la Gran Madre decidió ser escupido y adornar con sus palabras a veces abruptas, a veces de suave terciopelo, el grito atemperado dirigido al entendimiento de todos los hombres.
Con los hombros inclinados hacia delante aguantó lo que pudo el peso de la bóveda terrenal, sintiéndose más materia cósmica, utilizando el lenguaje de los dioses en busca del gran verbo de la sabiduría, y a veces sintió que flaqueaba y que el tiempo se estaba agotando y que la Gran Era habría de venir.