Cuando tenemos el pan nuestro de cada día cubierto, no sentimos su carencia en los demás; pasamos por el lado de la indigencia extrañados y asombrados de su existencia.
Los hay que no quieren reconocer explícitamente que el pan que no comemos tiene una boca esperando.
Creemos que si hubiera un tesoro para salvar todas las hambres, sería su dueño «un rico» que le habría echado mil llaves.
jossantonio